Comentario
Especialmente delicada era la situación en el Imperio, donde, además de los problemas internos, debido a su situación geográfica confluían los intereses del resto de Europa. Así, la guerra de los Treinta Años se entrecruzará con la guerra de los Ochenta Años entre los Países Bajos y España; la rivalidad entre ésta y Francia, que no terminará hasta 1659; la guerra de independencia portuguesa, clausurada en 1668; la inestabilidad endémica de la frontera danubiana; el permanente problema báltico, salpicado de conflictos recurrentes. De ahí la facilidad con que el conflicto abierto en 1618 pasará de guerra imperial a guerra europea, que no terminará hasta 1660.